jueves, 18 de septiembre de 2014

REUNN DE VOCES®

Revista literaria virtual Nº 28


Editorial

Me asomo a tu ventana, o a la mía. Y descubro, más allá del cristal, otro mundo, ese que está por sobre mis fronteras, el que ignoro, el que me sorprende, el que convoca fantasmas y recuerdos.
La ventana, ese lugar por donde entra la vida sin anunciarse.
¿Hasta dónde ese ojo, esa luna de arena, nos separa de la realidad y sus espectros?
Curiosas las ventanas, que más allá de su imaginaria clausura, nos incomodan o nos hechizan y nos ofrecer un camino alternativo para llevar de viaje nuestras fantasías y nuestros dolores.
Sombras y luces del transcurrir, donde depositamos aquello que nos sobra o que nos falta.
Y la poesía, una vez más, reflejando al hombre y sus sueños.

                                                                     Gabriela Delgado


LA VENTANA


Óleo de Jorge Hernando Bravo


Los clásicos


Entra el sol

Por la ventana entra el sol.
Por la ventana entran el sol
y los saludos.
Por la ventana entran el sol
las madrugadas
las caras conocidas
y entra la sed
y el viento de los árboles
la vida tumultuosa.

Pero si entrara ella
por la ventana
por la puerta
atravesando las paredes
la madrugada
los saludos
la sed, el viento
la vida tumultuosa.
Si entrara ella.

                          Gianni Siccardi (Argentina)




Tabaquería
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones de gente que nadie sabe quién es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle constantemente cruzada por la gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, evidente, desconocidamente evidente,
con el misterio de las cosas por lo bajo de las piedras y los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo por la carretera de nada.

Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morirme
y no tuviese otra fraternidad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
la fila de vagones de un tren, y una partida pintada
desde dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos a la ida.

Hoy me siento perplejo, como quien ha pensado y opinado y olvidado.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que le debo
a la tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

He fracasado en todo.
Como no me hice ningún propósito, quizá todo no fuese nada.
El aprendizaje que me impartieron,
me apeé por la ventana de las traseras de la casa.
Me fui al campo con grandes proyectos.
Pero sólo encontré allí hierbas y árboles,
y cuando había gente era igual que la otra.
Me aparto de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué voy a pensar?
¿Qué sé yo del que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? Pero ¡pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no puede haber tantos!
¿Un genio? En este momento
cien mil cerebros se juzgan en sueños genios como yo,
y la historia no distinguirá, ¿quién sabe?, ni a uno,
ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos perdidos con tantas convicciones!
Yo, que no tengo ninguna convicción, ¿soy más convincente o menos convincente?

No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no hay en estos momentos genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
-sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas-,
y quién sabe si realizables, no verán nunca la luz del sol verdadero
ni encontrarán quien les preste oídos?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más que lo que hizo Napoleón.
He estrechado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo,
he pensado en secreto filosofías que ningún Kant ha escrito.
Pero soy, y quizá lo sea siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no ha nacido para eso;
seré siempre el que tenía condiciones;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una pared sin puerta
y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámame la naturaleza sobre mi cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que tropieza en mi cabello,
y lo demás que venga si viene, o tiene que venir, o que no venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos el mundo entero antes de levantarnos de la cama;
pero nos despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
y el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(¡Come chocolatinas, pequeña,
come chocolatinas!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que las chocolatinas,
mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Ojalá comiese yo chocolatinas con la misma verdad con que comes!
Pero yo pienso, y al quitarles la platilla, que es de papel de estaño,
lo tiro todo al suelo, lo mismo que he tirado la vida.)

Pero por lo menos queda de la amargura de lo que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico partido hacia lo Imposible.
Pero por lo menos me consagro a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
noble, al menos, en el gesto amplio con que tiro
la ropa sucia que soy, sin un papel, para el transcurrir de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.

(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega, concebida como una estatua que estuviese viva,
o patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y disimulada,
o marquesa del siglo dieciocho, descotada y lejana,
o meretriz célebre de los tiempos de nuestros padres,
o no sé qué moderno -no me imagino bien qué-,
todo esto, sea lo que sea, lo que seas, ¡si puede inspirar, que inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus, me invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con absoluta claridad,
veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan,
veo a los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo a los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto es extranjero, como todo.)

He vivido, estudiado, amado, y hasta creído,
y hoy no hay un mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
Miro los andrajos de cada uno y las llagas y la mentira,
y pienso: puede que nunca hayas vivido, ni estudiado, ni amado ni creído
(porque es posible crear la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
puede que hayas existido tan sólo, como un lagarto al que cortan el rabo
y que es un rabo, más acá del lagarto, removidamente.

He hecho de mí lo que no sabía,
y lo que podía hacer de mí no lo he hecho.
El disfraz que me puse estaba equivocado.
Me conocieron enseguida como quien no era y no lo desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitarme el antifaz,
lo tenía pegado a la cara.
Cuando me lo quité y me miré en el espejo,
ya había envejecido.
Estaba borracho, no sabía llevar el dominó que no me había quitado.
Tiré el antifaz y me dormí en el vestuario
como un perro tolerado por la gerencia
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para demostrar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
ojalá pudiera encontrarme como algo que hubiese hecho,
y no me quedase siempre enfrente de la tabaquería de enfrente,
pisoteando la conciencia de estar existiendo
como una alfombra en la que tropieza un borracho
o una estera que robaron los gitanos y no valía nada.

Pero el propietario de la tabaquería ha asomado por la puerta y se ha quedado a la puerta.
Le miro con incomodidad en la cabeza apenas vuelta,
y con la incomodidad del alma que está comprendiendo mal.
Morirá él y moriré yo.
Él dejará la muestra y yo dejaré versos.
En determinado momento morirá también la muestra, y los versos también.
Después de ese momento, morirá la calle donde estuvo la muestra,
y la lengua en que fueron escritos los versos,
morirá después el planeta girador en que sucedió todo esto.
En otros satélites de otros sistemas cualesquiera algo así como gente
continuará haciendo cosas semejantes a versos y viviendo debajo de cosas semejantes a muestras,
siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan verdadero como el sueño del misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni la otra.

Pero un hombre ha entrado en la tabaquería (¿a comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente encima de mí.
Me incorporo a medias con energía, convencido, humano,
y voy a tratar de escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarrillo al pensar en escribirlos
y saboreo en el cigarrillo la liberación de todos los pensamientos.
Sigo al humo como a una ruta propia,
y disfruto, en un momento sensitivo y competente,
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia de encontrarse indispuesto.

Después me echo para atrás en la silla
y continúo fumando.
Mientras me lo conceda el destino seguiré fumando.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
a lo mejor sería feliz.)
Visto lo cual, me levanto de la silla. Me voy a la ventana.

El hombre ha salido de la tabaquería (¿metiéndose el cambio en el bolsillo de los pantalones?).
Ah, le conozco: es el Esteves sin metafísica.
(El propietario de la tabaquería ha llegado a la puerta.)
Como por una inspiración divina, Esteves se ha vuelto y me ha visto.
Me ha dicho adiós con la mano, le he gritado ¡Adiós, Esteves! , y el Universo
se me reconstruye sin ideales ni esperanza, y el propietario de la tabaquería se ha sonreído.

                                         Fernando Pessoa (Portugal)





Cuando veo a una pareja de jóvenes
Y supongo que él se la tira y que ella
Toma pastillas o usa un diafragma,
Sé que esto es el paraíso.
Todos los viejos lo han soñado en vida:
Dejar los nudos y gestos de lado
Como a una vieja trilladora y todos
Los jóvenes en largos resbalines
A la felicidad, sin fin. Pregúntome
Si alguien al verme hace cuarenta años
Luego pensó "Así será la vida;
No más Dios ni sudar cuando esté oscuro
Sobre el infierno y lo demás, debiendo
Guardar tu opinión sobre el cura. Él
Y su pandilla irán al resbalín
Como malditos pájaros libres. Y de inmediato
Más que en palabras, pienso en ventanas altas:
El vidrio que contiene al sol
Y más allá de él, el profundo azul del aire, que muestra
Nada, que está en ninguna parte y no tiene fin".

                                                     Philip Larkin (Inglaterra)




Las ventanas

       Quien mira desde afuera a través de una ventana abierta nunca ve tantas cosas como el que mira una ventana cerrada. No hay objeto más profundo, más misterioso, más fértil, más tenebroso, más deslumbrante que una ventana iluminada por una vela. Lo que se puede ver al sol es siempre menos interesante que lo que ocurre detrás de un vidrio. En ese agujero negro o luminoso vive la vida, sueña la vida, sufre la vida.
       Más allá de las olas de los techos, descubro una mujer madura, arrugada ya, pobre, siempre inclinada sobre algo, y que no sale nunca. Con su rostro, con su ropa, con sus gestos, con casi nada, reconstruí la historia de esta mujer, o más bien su leyenda, y a veces me la cuento a mí mismo llorando.
       Si hubiera sido un pobre viejo, hubiese reconstruido la suya con la misma facilidad.
       Y me acuesto, orgulloso de haber vivido y sufrido en otros que no son yo.
       Quizá me digan ustedes: "¿Estás seguro de que esa leyenda es la verdadera?" ¿Qué importa lo que pueda ser la realidad situada fuera de mí, si me ayudó a vivir, a sentir que soy y lo que soy?

Charles Baudelaire (Francia)




Ventanas pintadas


Vivía en una casa
con dos ventanas de verdad y las otras dos pintadas
en la fachada.

Aquellas ventanas pintadas fueron mi primer dolor.
Palpaba las paredes del pasillo,
intentando encontrar las ventanas por dentro.
Toda mi infancia la pasé con el deseo
de asomarme para ver lo que se veía
desde aquellas ventanas que no existieron.



                                            Gloria Fuertes (España)



Las ventanas

En estas oscuras piezas, donde paso
días agobiantes, voy y vuelvo arriba abajo
para hallar las ventanas. -Cuando se abra
una ventana habrá un consuelo-.
Mas las ventanas no están, o no puedo
encontrarlas. Y mejor quizás que no las halle.
Acaso la luz sea un nuevo tormento.
Quién sabe qué cosas nuevas mostrará.

                                Constantino Cavafis (Grecia)



Las ventanas

Del hospital cansado y del fétido incienso
que asciende en la blancura vulgar de las cortinas,
al Santo Cristo magro de un gran clavo suspenso
el moribundo vuelve las espaldas en ruinas;

se arrastra y anda, y, menos para escaldar su podre
que para ver el sol sobre las piedras, pega
sus pelos blancos y su pelleja de odre
a las ventanas que una luz clara anega.

Y la boca febril y del azul voraz
-como cuando, de joven, aspiró su tesoro,
una piel virginal, de otro tiempo- el agraz
de un largo beso amargo pone en los vidrios de oro.

Ebrio vive; olvidando la cruz, los óleos santos,
el reloj, las tisanas, el lecho obligatorio,
la tos... y cuando sangra la tarde, en amarantos
sus ojos de los cielos en el rojo cimborio,

ven galeras doradas, como cisnes esbeltas,
dormir sobre unas rías de púrpura y de armiños,
meciendo el iris de sus líneas desenvueltas
en un gran abandono cargado de cariños.

Así, con asco de los hombres de alma dura,
hundidos en el goce, donde sus apetitos
se sacian, y que amasan esta horrible basura
para darla a sus hembras y a sus hijos ahítos

me escapo, y voy buscando todos los ventanales
desde donde la espalda se da al mundo y, bendito
en su vidrio, que lavan rocíos eternales,
que dora la mañana casta del Infinito,

me contemplo, y me veo íngel, y muero, y quiero
-sea el arte aquel vidrio o sea el misticismo-
renacer coronado del sueño de mí mismo,
al cielo anterior, de Belleza manadero.

Pero ¡ay! que el Aquí-abajo es dueño; su crueldad
en los propios umbrales del azul me atosiga,
y el vómito hediondo de la Bestialidad
a taparme allí mismo las narices me obliga.

¿No habrá manera -;Oh Yo, que en dolor te consumes!-
de romper el cristal que aumenta mi ansiedad,
y de escaparme con mis dos alas implumes,
a riesgo de caer toda la eternidad?

                         Stéphan Mallarmé (Francia)



Pluma abierta


¿Quiénes están hoy
frente a la ventana exacta?
extender alborotos sin temor
a que se quiebren las alas
cardúmenes humanos cruzan a menudo
las tradicionales guías
inmovilizar traiciones para que se vayan
por donde vinieron
¿será punto o línea
el olor de la piel
en la marejada del sudor pirata?
hay ventanas gigantescas
como lustros sin corona
hay otras medianas que muestran
la longitud invisible
entre ciertas puertas reales y los años
¿quién sucede a los años?
sin embargo, en las pequeñas ventanas
habitan monólogos, no leyendas
cierta ráfaga traspasa ascensores
conciencia y explosión
ser pájaros...
Desde la brisa distingo una pecera
me acerco
tormentas de ojos miran mis ojos
sigo vuelo
el atardecer fluye suavemente.

                                        Claudia Ainchil (Argentina)



Hablaré con la lluvia, que me cuenta tus cosas,
sabe de tu ventana, mira entre las cortinas;
los mil ojos inquietos de sus gotas curiosas
rastrean el proceso de todas tus rutinas.
Encapótese el cielo, que llueva, llueva, llueva…
aguacero o llovizna son noticia o recuerdo
que descubren o extraen cada faceta nueva,
y sólo en las mañanas soleadas te pierdo.

                                             Francisco Álvarez Hidalgo (España)



Hambre

Sospecho el vacío
 negro de paladar
aunque se llenen la boca de gorjeos
aunque se implanten los gorjeos
 cantar azul de desmemoria
de qué trino
de qué ternura están hablando
si es un esqueleto el que sonríe en las ventanas
si este nido en el hierro
abre cascarones de ausencia

Intuyo el matiz
 gris de aliento
Tangente en los altos galpones
resbalo caricias de cristales rotos
 tobogán de chimeneas abajo
y me recupero con bolsillo de viento
 pero viento solo
    viento sin nombres
         basural de viento

Sospecho gorjeos     olvidos
Intuyo grises     ausencias
Me informo
Fabrico
Y desde tantocharco
de pococielo y muchoniño
Afirmo

Aunque se llenen la boca
estas ventanas tienen hambre.

                                    Pablo Javier Resa (Argentina)



Cuando se huye y se llega a otra parte, la vida es suave aún con sus penurias. Ella abre una ventana sobre la calle desconocida. Esa quietud, las hojas no se mueven. Siente extrañeza.
Sabe que la vida es suave cuando el horror queda atrás y los niños la reclaman. La vida la reclama para calmar las heridas porque ha recuperado su porción de aire en otra parte 
 “jazmines en el pelo
 y rosas en la cara”
Abre una ventana , la vida le entra –

                                         Martha Goldín (Argentina)




Hoy amaneció tan helado
y este frío desquiciado torturándome los huesos
este frío y el momento duro
este túnel oscuro
donde voy pasando
me hicieron caer preso
de la tristeza y la nostalgia,
Regálame una palabra bonita…
una que me suavice este instante
y que no permita que mi vida se amargue
esta mañana gris me invadieron los recuerdos
de caracoles en la playa
de los guayabos y los almendros
de jocotales y cocoteros
inmensos árboles de mango
cargados de fruto en los Eneros
Regálame una palabra dulce…
como los frutos de mis recuerdos
esta mañana las viejas arañas
de mi mente tejieron su red
y las antiguas dudas volvieron
para robar mi fé
esa vieja loca depresión intenta abrir
las heridas de mi corazón
regálame una palabra de cariño…
que sane mis curtidas llagas
que fría esta mi casa
que nublado y gris esta el cielo
y me contagia de nuevo
aquella tristeza que creía
tan lejos
regálame una palabra suave…
que me de calma
y yo a cambio
cada mañana
llevare una rosa
hasta tu ventana……

Julio Valencia (El Salvador)



Ahora parte
y la casa se ha quedado sola
Un eterno ir y venir hacia otra orilla
Y la noche
que agoniza junto a la ventana
no deja de extrañar
sus pestañas mueren
como peces pensativos en el suelo
diminutos abanicos del olvido

                                  John Freddy Galindo Córdoba (Colombia)