sábado, 14 de junio de 2014

REUNN DE VOCES®

Revista literaria virtual Nº 25



Editorial

Tal vez la locura sea una perturbación patológica de las facultades mentales o solo una acción poco prudente, insensata, sin razonamiento, sin juicio.
Muchos consideran que es un comportamiento opuesto a las normas sociales establecidas.
Etimológicamente hablando, locura significa desviado del surco recto.
Dadas estas definiciones, ningún hombre en el mundo puede escapar a ser incluido en el mundo de los locos.
Locos aquellos que vuelan tras sus ideales, los que desmayan de amor, los que no pueden o quieren cargar con sus dolores y no se encuentran en el espejo.
Los que pierden su nombre en la indiferencia, los que les dan batalla a los molinos de viento o se blindan el alma par escapar de las realidades que lastiman.
Por último, la locura de los poetas, esos “desquiciados” de la palabra que pueden embellecer la más dura verdad con su canto.

                                                             Gabriela Delgado



LA LOCURA



Los clásicos

Cada día, cada noche

Cada día
me levanto sin nombre,
y en la nuca
una sombra
tenaz, ajena, a filo,
me acusa desde siempre;
y la culpa
total, indescifrable,
entera, me usurpa,
no sé quién soy, me oculto, huyo,
y me pierdo extranjera.
Hasta sentir,
cada noche,
una luz
fiel, entrañable, mansa,
que vuelca desde siempre
río, libélulas, sol, trébol
en mi cabeza más lejana,
y le apoya
alguna, aquella mano;
y cuando empiezo a recordarme,
un ruido sucio, espeso,
de sombra,
se interpone en la nuca
y despierto
sin nombre.

                                     Amelia Biagioni (Argentina)

Los locos

A los locos no nos quedan bien los nombres.

Los demás seres
llevan sus nombres como vestidos nuevos,
los balbucean al fundar amigos,
los hacen imprimir en tarjetitas blancas
que luego van de mano en mano
con la alegría de las cosas simples.

Y qué alegría muestran los Alfredos, los Antonios,
los pobres Juanes y los taciturnos Sergios,
los Alejandros con olor a mar!

Todos extienden, desde la misma garganta con que cantan
sus nombres envidiables como banderas bélicas,
tus nombres que se quedan en la tierra sonando
aunque ellos con sus huesos se vayan a la sombra.

Pero los locos, ay señor, los locos
que de tanto olvidar nos asfixiamos,
los pobres locos que hasta la risa confundimos
y a quienes la alegría se nos llena de lágrimas,
cómo vamos a andar con los nombres a rastras,
cuidándolos,
puliéndolos como mínimos animales de plata,
viendo con estos ojos que ni el sueño somete
que no se pierdan entre el polvo que nos halaga y odia?

Los locos no podemos anhelar que nos nombren
pero también lo olvidaremos.

                                               Roque Dalton (El Salvador)

El canto del cisne

Demencia:
el camino más alto y más desierto.

Oficio de las máscaras absurdas; pero tan humanas.
Roncan los extravíos;
tosen las muecas
y descargan sus golpes
afónicas lamentaciones.

Semblantes inflamados;
dilatación vidriosa de los ojos
en el camino más alto y más desierto.

Se erizan los cabellos del espanto.

La mucha luz alaba su inocencia.

El patio del hospicio es como un banco
a lo largo del muro.

Cuerdas de los silencios más eternos.

Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío.

¿A quién llamar?
¿A quién llamar desde el camino
tan alto y tan desierto?

Se acerca Dios en pilchas de loquero,
y ahorca mi gañote
con sus enormes manos sarmentosas;
y mi canto se enrosca en el desierto.

¡Piedad!

                                       Jacobo Fijman (Moldavia-Argentina)

Yo sé…

Yo sé que de la saliva de aquel loco
brotó el ramo rojo de rosas,
brotaron las constelaciones,
el aéreo andar
que redime la planta encanecida.

¿Por qué la cruz se parece a una estrella?
¿Por qué el polvo me invita
en medio de la noche esplendorosa
y cuando nos parecemos al Oculto,
los coquíes,
en su pulso virtual del acto,
apagan todo mar enamorado?

Hay algo en el mundo que no cesa.
Tal vez el diapasón en desvarío,
la rosa que es eterna en el instante,
el peregrino que cesa por amor
hacia el otro que sube
en su fatal domingo de inocencia.

Yo no puedo
esperar
la palabra,
ser el maestro loco que afina el horizonte.

(Cristo viene y me trae
el rosal).

Lo entrego al Dirigente del rocío,
al fundador del alba
en la isla de todas las reconciliaciones.


                                                 Francisco Matos Paoli (Puerto Rico)


Pero ya no hay locos

Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos.
Se murió aquel manchego, aquel estrafalario fantasma del desierto y...
ni en España hay locos.
Todo el mundo está cuerdo, terrible, monstruosamente cuerdo.
Oíd... esto,
historiadores... filósofos... loqueros...
Franco... el sapo iscariote y ladrón en la silla del juez repartiendo castigos y premios,
en nombre de Cristo, con la efigie de Cristo prendida del pecho,
y el hombre aquí, de pie, firme, erguido, sereno,
con el pulso normal, con la lengua en silencio,
los ojos en sus cuencas y en su lugar los huesos...
El sapo iscariote y ladrón repartiendo castigos y premios...
y yo, callado, aquí, callado, impasible, cuerdo...
¡cuerdo!, sin que se me quiebre el mecanismo del cerebro.
¿Cuándo se pierde el juicio? (yo pregunto, loqueros).
¿Cuándo enloquece el hombre? ¿Cuándo, cuándo es cuando se enuncian los conceptos
absurdos y blasfemos
y se hacen unos gestos sin sentido, monstruosos y obscenos?
¿Cuándo es cuando se dice por ejemplo:
No es verdad. Dios no ha puesto
al hombre aquí, en la Tierra, bajo la luz y la ley del universo;
el hombre es un insecto
que vive en las partes pestilentes y rojas del mono y del camello?
¿Cuándo si no es ahora (yo pregunto, loqueros),
cuándo es cuando se paran los ojos y se quedan abiertos, inmensamente abiertos,
sin que puedan cerrarlos ni la llama ni el viento?
¿Cuándo es cuando se cambian las funciones del alma y los resortes del cuerpo
y en vez de llanto no hay más que risa y baba en nuestro gesto?
Si no es ahora, ahora que la justicia vale menos, infinitamente menos
que el orín de los perros;
si no es ahora, ahora que la justicia tiene menos, infinitamente menos
categoría que el estiércol;
si no es ahora... ¿cuándo se pierde el juicio?
Respondedme loqueros,
¿cuándo se quiebra y salta roto en mil pedazos el mecanismo del cerebro?
Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos. Se murió aquel manchego,
aquel estrafalario fantasma del desierto
y... ¡Ni en España hay locos! ¡Todo el mundo está cuerdo,
terrible, monstruosamente cuerdo! ...
¡Qué bien marcha el reloj! ¡Qué bien marcha el cerebro!
Este reloj..., este cerebro, tic-tac, tic-tac, tic-tac, es un reloj perfecto...
perfecto, ¡perfecto!


                                                       León Felipe (España)

Un loco

Es una tarde mustia y desabrida 
de un otoño sin frutos, en la tierra 
estéril y raída 
donde la sombra de un centauro yerra. 
Por un camino en la árida llanura, 
entre álamos marchitos, 
a solas con su sombra y su locura 
va el loco, hablando a gritos. 
Lejos se ven sombríos estepares, 
colinas con malezas y cambrones, 
y ruinas de viejos encinares, 
coronando los agrios serrijones. 
El loco vocifera 
a solas con su sombra y su quimera. 
Es horrible y grotesta su figura; 
flaco, sucio, maltrecho y mal rapado, 
ojos de calentura 
iluminan su rostro demacrado. 
Huye de la ciudad... Pobres maldades, 
misérrimas virtudes y quehaceres 
de chulos aburridos, y ruindades 
de ociosos mercaderes. 
Por los campos de Dios el loco avanza. 
Tras la tierra esquelética y sequiza 
?rojo de herrumbre y pardo de ceniza? 
hay un sueño de lirio en lontananza. 
Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano! 
?¡carne triste y espíritu villano!?. 
No fue por una trágica amargura 
esta alma errante desgajada y rota; 
purga un pecado ajeno: la cordura, 
la terrible cordura del idiota.


                                        Antonio Machado
(España)

Una hora de locura y de dicha

¡Una hora de locura y de dicha! ¡Oh, locura furiosa, no me
encierres!
(¿Qué será esto que me desata en tormentas?
¿Qué significan mis gritos entre relámpagos y huracanes?)
¡Oh, beber los delirios místicos más hondamente que cualquier otro!
¡Oh, los salvajes y tiernos dolores! (Hijos míos, os los dejo en herencia,
Yo tengo mis razones para contarlos, hombre y mujer.)

¡Oh, entregarme a ti, quienquiera que seas, y que tú te entregues
a mí a despecho del mundo!
¡Oh, regresar al Paraíso! ¡Oh, pudorosa y femenina!
¡Oh, atraerte a mí, o hacer que sientas por primera vez el beso de un hombre!
¡Oh, el enigma, el enigma triple, el estanque oscuro y profundo,
desatados e iluminados!
¡Oh, volar a la región en la que hay por fin espacio y aire
suficientes!

Librarse de previas ataduras y convenciones, yo de las mías,
tu de las tuyas,
¡Descubrir una nueva indolencia insospechada en lo mejor
de la Naturaleza!
¡Librarme, al fin, de la mordaza!
Sentir, hoy o cualquier otro día, que me basto tal como soy.

¡Oh, algo no demostrado! ¡Oh, algo en un sueño!
¿Escapar de las anclas y de las trabas de los demás!
¡Avanzar libremente! ¡Amar libremente! ¡Lanzarme temerario
y peligroso!
¡Desafiar a la destrucción con burlas y con invitaciones!
¡Ascender, llegar al cielo del amor para mí prefijado!
¡Elevarme allí con mi alma embriagada!
¡Perderme si es preciso!
¡Colmar el resto de mi vida con una hora de locura y de libertad!
¡Con una breve hora de locura y de dicha!

                                      Walt Whitman (Estados Unidos)

Pluma abierta


Locos por un día

Hoy tengo ganas de pintarme con estrellas,
de ser la mujer invisible,
tengo miedo de la gente cuerda
que trepa escaleras mecánicas
adentro de sus trajes de oficina,
para ellos despegar los pies de la tierra
siempre despertó sospechas,
y yo, yo estoy volando alto,
- ¡Bienvenida locura!,
entremos en los subterráneos de Buenos Aires,
para maquillar las miradas de cartón,
repartamos sombreros de amapolas,
tiremos serpentinas de color,
hagamos un baile con la gente cuerda,
con tanta cordura aprisionada,
¡no te detengas, locura!, ven conmigo,
dejemos que hoy,
todos estén bajo sospecha.

                                         Marta Lía Brossa (Argentina)

Balada para un loco


Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese qué sé yo, ¿viste? Salís de tu casa, por Arenales. Lo de siempre: en la calle y en vos. . . Cuando, de repente, de atrás de un árbol, me aparezco yo. Mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte en el viaje a Venus: medio melón en la cabeza, las rayas de la camisa pintadas en la piel, dos medias suelas clavadas en los pies, y una banderita de taxi libre levantada en cada mano. ¡Te reís!... Pero sólo vos me ves: porque los maniquíes me guiñan; los semáforos me dan tres luces celestes, y las naranjas del frutero de la esquina me tiran azahares. ¡Vení!, que así, medio bailando y medio volando, me saco el melón para saludarte, te regalo una banderita, y te digo...
Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao...
No ves que va la luna rodando por Callao;
que un corso de astronautas y niños, con un vals,
me baila alrededor... ¡Bailá! ¡Vení! ¡Volá!
Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao...
Yo miro a Buenos Aires del nido de un gorrión;
y a vos te vi tan triste... ¡Vení! ¡Volá! ¡Sentí!...
el loco berretín que tengo para vos:
¡Loco! ¡Loco! ¡Loco!
Cuando anochezca en tu porteña soledad,
por la ribera de tu sábana vendré
con un poema y un trombón
a desvelarte el corazón.
¡Loco! ¡Loco! ¡Loco!
Como un acróbata demente saltaré,
sobre el abismo de tu escote hasta sentir
que enloquecí tu corazón de libertad...
¡Ya vas a ver!
Salgamos a volar, querida mía;
subite a mi ilusión super-sport,
y vamos a correr por las cornisas
¡con una golondrina en el motor!
De Vieytes nos aplauden: "¡Viva! ¡Viva!",
los locos que inventaron el Amor;
y un ángel y un soldado y una niña
nos dan un valsecito bailador.
Nos sale a saludar la gente linda...
Y loco, pero tuyo, ¡qué sé yo!:
provoco campanarios con la risa,
y al fin, te miro, y canto a media voz:
Quereme así, piantao, piantao, piantao...
Trepate a esta ternura de locos que hay en mí,
ponete esta peluca de alondras, ¡y volá!
¡Volá conmigo ya! ¡Vení, volá, vení!
Quereme así, piantao, piantao, piantao...
Abrite los amores que vamos a intentar
la mágica locura total de revivir...
¡Vení, volá, vení! ¡Trai-lai-la-larará!
¡Viva! ¡Viva! ¡Viva!
Loca ella y loco yo...
¡Locos! ¡Locos! ¡Locos!
¡Loca ella y loco yo!

                                            Horacio Ferrer (Uruguay)


Andamios

Trepo a los andamios de la locura
a su alto mirar
desde ese niño tornasol
que grita por salir en todas las páginas
de lo espontáneo
Subo hasta la risa reparadora
hasta la elástica pintura de los gestos
Me arrimo a la fachada de esta casa
vuelco en ella todas las luces
y todos los asombros
Una fiesta de disfraces
se proyecta de cuerpo entero
en cada grieta
en cada mancha
y van surgiendo niños desde las paredes
niños locos
que en sus manos preservan
ese color
que alguna vez olvidamos

Juany Rojas (Chile)



Resistamos

resistamos
en todas las esquinas resistamos
bajo la lluvia o las balas
contra la tumba diabólica
contra los enquistados y el poder
aunque quemen los ojos y fusilen por mayor

resistamos con la palabra
                 con la pluma y el alarido
                 con el alma y la razón
resistamos pájaros en mano
con canciones de otoños y encrespadas nubes
en los ríos y avenidas
en los puertos o mar adentro

resistamos hermanos
 resistamos
  resistamos el pié que aplasta
          la mano que señala
            la otra con el puñal en alto
              la cachetada de hielo
                la maldición de los energúmenos

con volcanes en la mirada
 con abrazos huracanados (abrazándonos)
  con las espaldas erguidas
   con la piel transparente
    con la sangre bien roja

resistamos esta muerte con nombre y apellido
          estos inviernos autoritarios
              estos engendros miserables
resistamos
  resistamos hermanos que pronto saldremos

y resistieron
  y salieron
   y a los gritos pidieron volver
     y volvieron
      y el loquero quedó nuevamente en paz

                                 Francisco José Malvárez (Argentina)


La loca

Tengo síntomas que agravan las palabras. Cambio los cubiertos, altero al invitado. Soy la que quiere saber qué es lo que sigue cuando todos se levantan de la mesa, la que escribe sin puntos, la que arrastra los besos de un recuerdo que olvida. La reina, la amante, la que no tiene sitio, la que no busca quicio. Una lengua ungida por su cuerpo. La que empuja con saliva el mar.

                                                 Mónica Melo (Argentina)


Punto sombrío

Mente. Belleza compleja y desafiante
en permanente adopción
de un cuerpo.
Nativos del pensamiento
se ahuecan asustados por el contorno
de mis ojos.
Situación limite. Llegó el punto cero
y vació mis recuerdos.
Poco a poco el frío intenso
y desalineado del miedo gira en el espacio,
y me introduce hacia la minúscula célula agrietada.
Siluetas expectantes y enigmáticas,
me esperan,
me envuelven entre sombras y lágrimas rosadas.
Tapo con mis manos
una luna ausente,
quebrando los muros de mi cordura,
mientras mis pies descalzos y sangrantes
ascienden como alfombra roja en el aire,
hacía la majestuosa atmósfera
de la locura.

                               Mary Acosta (Argentina)


Síntomas

A un paso del borde
Sentimiento de liviandad.

A centímetros de la pared
Alas de libertad.

Piden silencio,
grito.
Piden calma,
grito.

A minutos de la muerte
Vicios de eternidad.

Ante el borde,
salto.
Frente a la pared,
choco.

Y golpeo

Son sólo otros síntomas
del desborde.

                                   Pablo Daniel Ovin (Argentina)