jueves, 8 de agosto de 2013

REUNN DE VOCES®

Revista literaria virtual Nº 15



Editorial

¿Como empezar este editorial sin un buen tinto malbec roble mirándome de reojo?
No tomo sola. Tomo con mis sueños, con mis amigos, con una buena charla.
Esta llave roja abre caminos y corazones. Encuentra esa palabra que nos falta. Nos lleva a la puerta del compartir y disfrutar. Arracima en buenos frutos. Corteja todos los sentidos.
Hay vinos de fiesta, copa en alto, encendiendo la vida.
Los hay amargos rastreando el olvida, ahogando las penas.
Incluso los hay nostálgicos y llenos de secretos.
Más allá de eso, es como poner un sol en la boca, un verso en los ojos, un perfume en la piel.
¡Cuantos poemas se han escrito a este poema de uva y viento!
Aquí van solo unos pocos…. Catalos….


                                                                        Gabriela Delgado


EL VINO



Los clásicos


El vino triste

Ese hombre que entra al bar,
sin sombra que le ladre,
ese que pisa y pasa sin rostro
y sin señales.

Pide su trago solo,
de espaldas a la calle,
bebe su trago solo,
inmóvil, devorándose.

Paga, piensa otro trago
sin gastar ni una frase
y luego se va solo,
hacia la noche y nadie.

Ese tipo va herido,
ese tipo va herido,
y la muerte lo sabe.

                    Armando Tejada Gómez (Argentina)


El alma del vino

 

Cantó una noche el alma del vino en las botellas:
«¡Hombre, elevo hacia ti, caro desesperado,
Desde mi vítrea cárcel y mis lacres bermejos,
Un cántico fraterno y colmado de luz!»
Sé cómo es necesario, en la ardiente colina,
Penar y sudar bajo un sol abrasador,
Para engendrar mi vida y para darme el alma;
Mas no seré contigo ingrato o criminal.
Disfruto de un placer inmenso cuando caigo
En la boca del hombre al que agota el trabajo,
y su cálido pecho es dulce sepultura
Que me complace más que mis frescas bodegas.
¿Escuchas resonar los cantos del domingo
y gorjear la esperanza de mi jadeante seno?
De codos en la mesa y con desnudos brazos
Cantarás mis loores y feliz te hallarás;
Encenderé los ojos de tu mujer dichosa;
Devolveré a tu hijo su fuerza y sus colores,
Siendo para ese frágil atleta de la vida,
El aceite que pule del luchador los músculos.
Y he de caer en ti, vegetal ambrosía,
Raro grano que arroja el sembrador eterno,
Porque de nuestro amor nazca la poesía
Que hacia Dios se alzará como una rara flor!»

                       Charles Baudelaire (Francia)


 Coplas del vino

Nervioso, pero sin duelo
A toda la concurrencia
Por la mala voz suplico
Perdón y condescendencia.

Con mi cara de ataúd
Y mis mariposas viejas
Yo también me hago presente
En esta solemne fiesta.

¿Hay algo, pregunto yo
Más noble que una botella
De vino bien conversado
Entre dos almas gemelas?

El vino tiene un poder
Que admira y que desconcierta
Transmuta la nieve en fuego
Y al fuego lo vuelve piedra.


El vino es todo, es el mar
Las botas de veinte leguas
La alfombra mágica, el sol
El loro de siete lenguas.


Algunos toman por sed
Otros por olvidar deudas

Y yo por ver lagartijas
Y sapos en las estrellas.

El hombre que no se bebe
Su copa sanguinolenta
No puede ser, creo yo
Cristiano de buena cepa.

El vino puede tomarse
En lata, cristal o greda
Pero es mejor en copihue
En fucsia o en azucena.

El pobre toma su trago
Para compensar las deudas
Que no se pueden pagar
Con lágrimas ni con huelgas.

Si me dieran a elegir
Entre diamantes y perlas
Yo elegiría un racimo
De uvas blancas y negras.

El ciego con una copa
Ve chispas y ve centellas
Y el cojo de nacimiento
Se pone a bailar la cueca.

El vino cuando se bebe
Con inspiración sincera
Sólo puede compararse
Al beso de una doncella.

Por todo lo cual levanto
Mi copa al sol de la noche
Y bebo el vino sagrado
Que hermana los corazones.

                     Nicanor Parra (Chile)



 Mientras bebo solo a la luz de la luna
.
Un vaso de vino entre las flores:
bebo solo, sin amigo que me acompañe-
Levanto el vaso e invito la luna:
con ella y con mi sombra seremos tres.
Pero la luna no acostumbra beber vino,
y mi perezosa sombra sólo sabe seguirme.
Festejemos, con mi amiga luna y mi sombra esclava
mientras aún es primavera.
En las canciones que entono vibran rayos lunares;
en la danza que ensayo mi sombra se aferra y deshace.
Los tres juntos, antes de beber, holgábamos;
ahora, ebrios, cada cual va por su lado.
¡Regocijémonos muchas horas todavía,
en nuestro festín inanimado,
para encontrarnos al fin el Río de las Nubes!


                                     Li Po (China)





Poema del vino.
Silencioso en el umbral de todas las puertas
el ángel rojo del vino espera.
Y espera al principio de todos los caminos,
en las más perdidas calles de lejanas ciudades,
en todos los trenes tomados de improviso,
bajo todas las viejas lunas cantadas
por los viejos poetas, con una copa en la mano.
Espera,
con la llave de las casas donde aun no hemos
llegado y que siempre esperamos ver abrirse.
Tras el oleaje manso de las colinas en invierno
el ángel del vino vela el sueño
de las cunas verdes de las vides que el viento mece.
Y cuando lo encierran bajo tierra
su sueño de resurrección
llena la copa que alzaremos en la Fiesta
y se une al nuestro.
Y de nuevo es verano en el mundo y aparece el noble tiempo
de los pájaros contemplados por los solitarios
en las cantinas de las aldeas
y los vagabundos y los desterrados
pueden leer la escritura de las nubes y los árboles.
Porque han vuelto los antiguos cortejos de los
alegres dioses,
y para nosotros vuelve el día
donde la primera copa de vino llegó a nuestros labios
junto a los alimentos ofrecidos por padres y amigos
y extendidos sobre la florida mesa de la tierra
a quien bendecía la clara mirada del vino.

                          Jorge Teillier (Chile)


Qasida Báquica

Evocando con vino al Amado, bebimos hasta embriagarnos
cuando aún la viña estaba por crear.
De la copa, luna llena que, cual sol, el creciente circunda...
¡Cuán copiosas surgen en su unión las estrellas!
Mas, si no fuese por lo intenso de su perfume, a su taberna no me hubiera encaminado,
y si no fuese por su resplandor, mi imaginación no lo hubiera concebido.
De él no conservo el Tiempo sino su última bocanada,
como si al evaporarse se hubiera escondido en el seno de la mente.
Con sólo mencionarlo en la tribu, las gentes se embriagan,
sin por ello acarrear la vergüenza o el pecado.
Ascendió desde las entrañas de las jarras,
y en verdad sólo quedó su nombre.
Si algún día vibra en el ánimo de alguien,
se le apoderará la alegría, al tiempo que se le aparta el pesar.
Para que los comensales se embriagaran,
les bastaría con contemplar el sello de su vasija.
Si salpicasen lo que contiene, hasta empapar la tumba de un muerto,
éste recobraría su espíritu, al tiempo que su cuerpo resurgiría.
Si al moribundo dejaran a la sombra de sus viñedos,
sanaría sin duda, abandonándolo el mal.
Si al inválido trajesen a sus bodegas, en ellas andaría;
tanto como al solo recuerdo de su sabor, el mudo hablaría.
Si se extendiera su aroma por el Oriente,
quien perdió su olfato lo recobraría por Occidente.
Si al tocar la copa, se tiñera alguien las manos,
hallaría al anochecer las estrellas en sus palmas.
Si en secreto se manifestara al ciego, al día siguiente vería,
y el sordo llegaría a oír oyendo su rumor.
Si un grupo de jinetes cruza la tierra de sus viñedos,
y alguien sufre una picadura mortal, nada le ocurrirá.
Si sobre la frente del doliente escribe el hechicero las letras de su nombre,
hace que el dibujo le sane.
Si en el estandarte de un ejército su nombre es bordado,
embriaga a todos quienes bajo él marchan.
Forja los caracteres de los compañeros,
y en el abúlico infunde resolución.
Hace liberal a quien su mano la largueza desconoce,
e indulgente a quien ignora el perdón.
Si el tonto del pueblo besa su tapadera,
tal beso le ofrece la más preciadas virtudes.
Dicen: “descríbelo tú, que eres maestro en hablar de él”,
pues bien, eso hice, por estar en ello versado:
Puro, sin ser agua; suave, sin ser aire;
luz, mas no fuego; espíritu y no cuerpo.
A todo lo creado precede eterno su discurso;
allí donde ni forma ni traza había.
Gracias a sus virtudes, y después de que el olvido lo impidiera
surgió todo cuanto existe.
Mi espíritu fue por el vino cautivado, hasta que fuimos uno solo,
sin que uno al otro poseyera.
Así como no hay vino sin viña, Adán es mi padre,
mas, como aun sin vino viña puede haber, tal es mi madre.
En verdad, la finura de las jarras depende de las virtudes que ­contienen,
pues éstas a aquéllas enaltecen.
Una vez ocurrida la “separación”, luego de ser ambos uno
nuestros espíritus se truecan en vino y en viñas nuestras figuras.
No hubo un “antes” que les precediera, ni tras de el hubo un “después”
siendo ellos mismos, como es la Ley, los “antes” de cada “después”.
Antes de surgir el Destino, ya su propio Destino existía
y la época de nuestros padres vino tras de él.
Tales son sus bellezas, que a los fieles arrastran a celebrar
y ¡qué bien lo hacen tanto en prosa como en verso!
Quien aún no las conoce se alegra al serle mencionadas,
tal como el amante de Un‘m hizo cuando evocaba tal nombre.
Dijeron: “bebiste el (filtro del) pecado”, a lo que respondí: ¡No!
¡Bebí sólo lo que hubiera sido pecado evitar!
Saludos cordiales dimos a las gentes del monasterio.
¿Cuántos y cuánto bebisteis? —les preguntamos—, pero ellos callaron.
Ya antes de la infancia, habitaba en mí esa embriagadora emoción,
que me acompañará por siempre, aun cuando roídos estén mis huesos.
¡Tómalo puro, pues yerras si deseas su mezcla!
¡Lo supremo sólo se encuentra en la blancura de los dientes del Amado!
¡Tómalo en la taberna! Donde en su libación
melodiosas tonadas acompañan, de esas que obtienen galardón.
Así como jamás mora el vino con el pesar,
tampoco lo hace con la aflicción el canto.
Si estando ebrio de él, la vida fuese un instante,
mirarías al tiempo como a un siervo fiel, pues tú tendrías el Poder.
No hay lugar digno en el mundo para quien vive sobrio,
pues el saber se le escapa a quien ebrio no muere.
¡Que llore pues quien desperdició su vida sin gozarle,
pues de él nada obtuvo!

                            Ibn Al-Fârid (Egipto)


Pluma abierta



Hombre con vaso de vino

Soy el bello animal enjaulado en mis huesos.
En marfiles magníficos que celosamente me custodian.

Son mi habitación privada
donde viven mezclados
los días del futuro y pequeñas
humedades de infancia;
la memoria de algo que pasó
y volverá a repetirse:
el nombre de mi muerte.

Allí acumulo mi sed y mi alegría,
mis fatigas y asombros,
mis ropajes usados,
lenguajes como fiebres incurables
y el maravilloso amor.

Esa jaula es mi pasaporte humano,
necesario.

Mi vestidura secreta,
mi desnudez total,
desconocida.

                                                         Rubén Vela (Argentina)



El vino

El vino abre las venas de la nostalgia,
hurga en los paredones nocturnos
donde aún persiste el viejo esperma
de las desconsolaciones.
pregunta si han regado las plantas
en el largo pasillo de la pensión,
desconfía de los estudiantes de medicina
que añoran las viejas estaciones ferroviarias,
aplastadas por la pobreza y el tren carguero.

El vino hace sonar las sirenas de los barcos
hundidos en las tormentas del alma,
recrea la espada filosa de la adolescencia
y enciende velas a desprestigiadas estampas religiosas.

El vino te pregunta si eres feliz, ahora.
engañado por el dueño del látigo,
si eres feliz, ahora, rebelde en recuperación.

El vino hace reír a las bellas mujeres transitorias
que inducen a creer en Dios y son ateas,
que fingen estar hechas de sueño o de distancia
y son de trapo.
El vino te remite a la esperanza de ser poeta.

El vino te provoca un largo atardecer,
cerca del mar, con ella, a solas,
sin preguntas,
sin nada más que estar viviendo,
sin saberlo,
como la cosa más natural del mundo.

                                                 Oscar Corbacho (Argentina)


Eclipse total

La luna se afila en una copa quebrada.
Lo que queda de la noche
se refleja en una botella de vino vacía
y una cama revuelta.
El verso se fue sin dejar huellas,
la puerta sin llave, los adioses mudos.

La luna se afila en una copa quebrada,
sangra un malbec su última palabra sin signos de cordura.
Todos los excesos
derramados sobre la vereda.

No hay juego de niño en sus ojos.
Un gabán abriga perfumes de mujer
que alguna vez fueron promesa de caricia.
Hoy una copa quebrada refleja
el eclipse total de un hombre.

                                                Gabriela Delgado (Argentina)


Al vino tinto

En la uva triturada por toscos pies anida
el jugo predilecto del pesar y la broma;
la humanidad lo saca del tiempo agradecida
por su especial sabor, por su brillo y aroma.
Lo consumían muchos para animar la vida:
el rojizo jarabe de Persia, Grecia y Roma.
Como esta sangre cierra todo tipo de herida,
hoy sin transfusión hasta el enfermo la toma.
Vomitada por Baco, volvió loco a Nerón
y un “vaso de bon vino” al ilustre Berceo,
para construir un verso, sirviole de armazón.
Hace que a más de un bardo, cautivo del meneo
de la pluma, le salgan rimas en aluvión
y entre sorbos navegue contra viento y mareo.

                                         Antonio Macías Luna (España)


Vino rojo

He renacido.
Comienzo por balbucear,
por renombrar las cosas.
Traigo en las venas tu rojo vino,
ese abismo que se para se mide en tiempo.
Tu mirada es un búcaro de miel
cuando me mira
tu voz es manantial, ternura que me inventa,
y este dolor que punza nostalgia de ti se llama.
No necesito más palabras.
Tus manos, musicales flores.
tus besos, fulgor en mi navío.
Mi penumbra ávida por tu sexo tiembla;
Tu entrega, calor que me mantiene húmeda.

                                                Lina Zerón (México)


El vino enamorado

He muerto, amor, y muerto me reencarné en tu vino.
Bebéte vos mi cuerpo, renaceré en tu aorta.
Qué sobrehumanamente, por Dios, ya muerto y vivo
te esperará mi espectro caliente en cada copa.
Regreso de la nada trajeado de racimos,
tangueando entre los duendes de la bodega absorta,
allí donde los dioses lo encurdan al destino
y aprendo a ser tu vino, de pie sobre tu boca.
No me llorés, no ves que voy contigo,
varón de alcohol disuelto tras tu piel,
fiebre en tus éxtasis y mismo en tus desvelos,
no llorés, que así te quiero
como nadie quiso antes.
No me llorés, bebéme!, soy tu vino
y con mi cuerpo innumerable te amaré,
pájaro líquido en la cumbre de tu carne,
ya somos uno, mi amor, besáme.
De vino soy, de vino fanático de vida,
revivo por la hermosa catástrofe de amarte,
ya muerto y muerto te amo chorreando amor, querida,
qué escándalo de labios que voy a provocarte.
Nos barajó el misterio, la dicha que no había
de fermentarme entero y ser tu mar de amantes,
desciendo a tus aljibes incógnitos de mina
y embriago, una por una, las bocas de tu sangre.
Ay, amor,
renazco en vino enamorado
y, alma mía, te emborracho
de alegría.
                                 Horacio Ferrer  (Uruguay)