jueves, 6 de junio de 2013


REUNN DE VOCES®

Revista literaria virtual Nº 13





Editorial

Sentir que la vida nos debe algo, que nos falta algo, que estamos privados o alejados de aquello que anhelamos.
Todo se transforma o cambia de sentido. Parte de nosotros cruzó la línea del horizonte y comenzamos a sentirla ajena. Cada punto de nuestra piel se va destejiendo y la espera se pinta eterna. Las manos, vacías. Solo sombras que se escurren como la arena.
Ay de las ausencias, de las grandes y las pequeñas, de las provisorias y las permanentes. Todas jugando en nuestra memoria, en nuestros recuerdos.
Ausencias que hacen nudos en las venas deshabitadas.
Cargamos al hombro este “abandono”, este naufragio dibujado en los ojos con la ilusión del regreso, con cierta amnesia adormecida que nos ayuda a sobrevivir a la tormenta.
Con la poesía, que construye con estas astillas, una voz, un canto que ilumina el dolor con belleza.


                                                                        Gabriela Delgado






LA AUSENCIA


Los clásicos


Por qué demasiado una persona?
¿Esta y no otra? ¿Y qué hago yo aquí?
¿Un día que es martes? ¿En casa y no en un nido?
¿En piel y no en una cáscara? ¿Con un rostro y no una hoja?
¿Por qué sólo una vez personalmente?
¿Precisamente en la tierra? ¿Junto a la pequeña estrella?
¿Después de tantas eras de ausencia?

                        Wislawa Szymborska (Polonia)



De todos cuantos anhelan tu presencia

De todos cuantos anhelan tu presencia
como una mañana,
De todos cuantos padecen tu ausencia
como una noche,
Como el destierro inapelable del sol sagrado
Allende el firmamento; de todos los dolientes que a cada instante
Te bendicen por la esperanza, por la vida, ah,
y sobre todo,
Por haberles devuelto la fe extraviada, enterrada
En la verdad, en la virtud, en la raza del hombre...

De todos aquellos que, cuando agonizaban
en el lecho impío
De la desesperanza, se han incorporado de pronto
Al oírte susurrar con dulzura: "¡Que haya luz!",
Al oírte susurrar esas palabras acentuadas
Por el sereno brillo de tus ojos...

De todos tus numerosos deudores,
cuya gratitud
Raya la veneración, recuerda, oh,
no olvides nunca
A tu devoto más ferviente, al más incondicional,
Y piensa que estas líneas vacilantes
las habrá escrito él,
Ese que ahora, al escribirlas,
se emociona pensando
Que su espíritu comulga con el espíritu
de un ángel.

                       Edgar Allan Poe  (Estados Unidos)










Ausencia

Se va de ti mi cuerpo gota a gota.
Se va mi cara en un óleo sordo;
se van mis manos en azogue suelto;
se van mis pies en dos tiempos de polvo.

¡Se te va todo, se nos va todo!
Se va mi voz, que te hacía campana
cerrada a cuanto no somos nosotros.

Se van mis gestos, que se devanaban,
en lanzaderas, delante tus ojos.

Y se te va la mirada que entrega,
cuando te mira, el enebro y el olmo.

Me voy de ti con tus mismos alientos:
como humedad de tu cuerpo evaporo.

Me voy de ti con vigilia y con sueño,
y en tu recuerdo más fiel ya me borro.

Y en tu memoria me vuelvo como esos
que no nacieron ni en llanos ni en sotos.

Sangre sería y me fuese en las palmas
de tu labor y en tu boca de mosto.

Tu entraña fuese y sería quemada
en marchas tuyas que nunca más oigo,
¡y en tu pasión que retumba en la noche,
como demencia de mares solos!

¡Se nos va todo, se nos va todo!

                       Gabriela Mistral (Chile)











 Ausencia
Ir y quedarse, y con quedar partirse,
partir sin alma, y ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;
arder como la vela y consumirse
haciendo torres sobre tierna arena;
caer de un cielo, y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse;
hablar entre las mudas soledades,
pedir prestada, sobre fe, paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;
creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma y en la vida infierno.

                          Félix Lope de Vega (España)



(Poesía Vertical II, 16)


El centro no es un punto.
Si lo fuera, resultaría fácil acertarlo.
No es ni siquiera la reducción de un punto a su infinito.

El centro es una ausencia,
de punto, de infinito y aun de ausencia
y sólo se acierta con ausencia.

Mírame después que te hayas ido,
aunque yo esté recién cuando me vaya.
Ahora el centro me ha enseñado a no estar,
pero más tarde el centro estará aquí.

                           Roberto Juarroz (Argentina)













Pluma abierta


"...Ausencia: la nombro
Y la sostengo
Entonces digo
No te vayas de mí
Lábrame de sombras
Recítame el río que trocaste en luna

No te vayas

No puedo esperar otra sudestada
otro eclipse fangoso en la mirada

Todavía estas en él
Remando entre las luces del ocaso
Apurando el día

No te vayas...."

                          Mariel Monente (Argentina)



Todo me estalla en las manos
los amores rengos
el salto mortal para seguir
las puertas que cierro en tu nombre

siempre quiero tener una ausencia
vieja cicatriz de la alegría
indispensable que robotice mi cabeza

no volvería a morir de placer
sólo por curiosidad
es tarde en mis manos y se disuelven
quiero espiarme de otro modo
lo que nace en mi se rompe
me duelo a escondidas
me subrayo el pecho
en mi último fracaso, creo
siempre igual seguí las sombras vacías

la silla sin vos
gesta ilusiones distantes
atenúo mi reemplazo
giro mi cuerpo al final
y el miedo entra sin permiso
en mis ojos borrosos de piedra

lejos caerá una estrella
una espiga sin fuga será
un calvario despierto
una noche seca y de manos atadas
cae en forma de vida
entre tantos nudos

                        Jorge Figueroa (Argentina)

















Aquí dijiste...

Aquí dijiste:
"son hermosos
los ojos húmedos de los caballos".
Y aquí: "me encanta el viento".
Desando yo tus pasos, revivo tus palabras.
Y te amo en la baldosa que pisaste,
en la mesa de pino
que aún guarda la caricia de tu mano,
en el estropeado cigarrillo
olvidado en el fondo de mi bolso.
Recorro cada calle que anduviste
y sé
que amaste este abedul y esta ventana.
Aquí dijiste:
"así soy yo,
como esa música
triste y alegre a un mismo tiempo".
Y te amo
en el olor que tiene mi cuerpo de tu cuerpo,
en la feliz canción
que vuelve y vuelve y vuelve a mi tristeza.
En el día aterido
que tú estás respirando no sé dónde.
En el polvo, en el aire,
en esa nube
que tú no mirarás,
en mi mirada
que te calcó y fijó en mi más triste fondo,
en tus besos sellados en mis labios,
y en mis manos vacías,
pues eres hoy vacío
y en el vacío te amo.

                   Piedad Bonnett (Colombia)
















 Ausencia

Deberíamos haber dejado atrás
los barcos naufragados.

Pero el mar destila desde tus ojos
una tarde lluviosa como el desamparo.

Los ahogados retornan
con sus libros bajo el brazo,
increpan a los que fuimos por lo que fuimos,
vestidos de sal
no se resignan al abandono y vuelven,
siempre vuelven a rescatarnos.

Nosotros habitamos la ausencia,
legado perenne
de aquellos días.

                      Gustavo Tisocco (Argentina)




¿Quién es ese hombre
que me observa desde otro país?
Que tiene trincheras detrás de los ojos,
de quien no sé si aún lleva barba
y el pecho a la intemperie,
o tiene despoblado su rostro de cenizas.
Él me contempla escondido en el tiempo.
Desde aquellos domingos que lloramos juntos.
Desde el universo de viejos otoños.
¿Quién es ahora, ese hombre
que juntó hace siglos su soledad con la mía?
Que compartió angustias, el dolor, palabras.
¿Dónde está? ¿Dónde con sus huesos?

En algún rincón de su tristeza
debe estar buscándome.
A pesar de todo.


                              Susana Cattaneo  (Argentina)

















 Poema urgente para tu ausencia
Afuera está la noche boquiabierta
encendida de astillas obstinadas,
tramando las urdimbres del misterio,
del amor, del pecado, de la magia.

Afuera, en las llanuras del verano,
la vertical del tiempo se derrama.
Y me voy, por las calles sin sonido,
con mi traje de luna sin solapas,

con el dolor expuesto, con tu ausencia
ciñendo las alturas de mi espalda,
y el desorden de enero en mis cabellos
y tus labios pariendo la distancia.

Procuro alguna muerte provisoria,
un sueño que te ocupe o que te traiga;
intento la fatiga, busco el nombre
que designa el espacio donde faltas.

Me aventuro por hondos laberintos
donde concluyen todas las palabras,
por abismos de sombras sin cabestros,
por esquinas tullidas y escarpadas.

A veces (sólo a veces), me demoro
sobre el asombro azul de las acacias
(casi todo es azul en esta hora
de perros a lo lejos, de acechanzas).

Pero luego regreso, y el mutismo,
como la cuerda de una lira intacta,
como el silbo de un pájaro que duerme,
como un soplo de furia sin garganta,

está sobre el mantel, en mis bolsillos,
y en el ojo angular de las ventanas,
y en el diario de ayer, y entre mis versos,
y enroscado en el cuello de mis lágrimas;

toma un lápiz y escribe la memoria
con su caligrafía descuidada;
se escurre piel adentro, hasta el espanto,
su ejército preciso de navajas.

Ya no quepo, siquiera, en el olvido,
ni en las regiones de mi amor sin nada,
ni en el sitio callado del que espera,
ni en la espera mordiente del que calla.

Afuera está la noche, ya lo ves,
alzando túmulos de añil y plata,
y dentro, ¡qué vorágine sin tregua!
¡qué llena de tu ausencia está la casa!

                         Ariel Giacardi (Argentina)















Hoy me desgarro de vos; rompo este silencio que me aturde, desanudo el lazo con el que me ataste, y dejo que el viento me falte el respeto y me lleve a donde se le cante. Abandono tus migajas de piedad, tus promesas rotas, el veneno con el que se hidratan tus besos, el frío de tu abrazo. Hoy mancho de colores el sepia donde me acostumbraste a vivir. Ya no me culpo, no me condeno, no me acobardo, pues ni tu puño, que me castiga y me hiere, puede con mis ganas de volver a ser la mujer que soñaba los sueños que vos te encargaste de enterrar.
Hoy me marcho, te dejo solo en el vacío de mi ausencia.

                                 Juan Pablo Monzón (Argentina)