martes, 11 de diciembre de 2012





Editorial

Te doy una semilla. Está en vos buscar el lugar adecuado para repararla de toda inclemencia, de todo depredador. Está en vos la paciencia de esperar a que la raíz teja cimientos, en tu mano el guiar su retoño y velar por la humedad que lo alimente. Pasarán muchas estaciones, vientos, lluvias, heladas, sequías  Estará en vos la esperanza de cielo, de verde, de sombra, de nido, de flor y de fruto.
Un árbol irá creciendo a tu lado, sabiamente, en silencio.
Dijo Kahlil Gibran "Los árboles son poemas que la Tierra escribe en el cielo.”
Hoy transcribo aquí algunos de ellos.

                                                           Gabriela Delgado









Los clásicos






El árbol de la esperanza

Al pie nace de una cuna 

El árbol de la esperanza; 

Y al son del viento se mece, 

Frágil cual trémula caña: 

Sólo un instante por dicha 
Manso el céfiro le halaga, 
Que el cierzo helado lo seca, 
Y el austro ardiente lo abrasa. 
Crece, da vistosas flores, 
Y el fruto rara vez cuaja: 
Cual tierna flor del almendro, 
Muere por nacer temprana. 
Cuanto más alto se encumbra, 
Más peligros le amenazan; 
Como el cedro que descuella, 
Los rayos del cielo llama. 
Reposa el águila altiva 
En su copa soberana; 
Mientras insectos traidores 
Están royendo su planta: 
Hondas echa las raíces; 
Lejos extiende sus ramas; 
Y apenas da escasa sombra, 
La Muerte su tronco tala.

                              Francisco Martinez de la Rosa (España)













Soneto grabado en el tronco de un árbol


Aquel afán de ser, árbol amigo,

que me dejó grabado en tu corteza

fue tan grande y de tal naturaleza

que mientras vivas viviré contigo;



Pues hasta cuando el tiempo, su enemigo,

me haya borrado de tu fortaleza,

y estén muertas la mano y la cabeza

que me han dejado aquí, como testigo,



aquel afán de vida que me inflama

subirá con tu savia confundido

y, en un último esfuerzo de su ardor,



se asomará al temblor de cada rama,

al sagrado calor de cada nido

y al silencio feliz de cada flor.

                                       Francisco Luis Bernárdez  (Argentina)








Dice el árbol

Yo soy tu amigo y te digo:
Por favor, no me hagas daño;
mas si es necesario, sea,
pero sólo el necesario.
Estoy para darte frutos,
tal vez solamente pájaros,
sombra si la necesitas,
rumor si te gusta el cántico.
Algún día podré ser
la ventana de tu cuarto,
la mesa para tu pan,
la mecedora, tu arado,
la ayuda de tu jornal
o el lecho de tu descanso.
Cuando cantas una nana,
yo, tu cuna, estoy cantando;
a veces crujen mis ramas
para acompañar el canto.
Tal vez, si llegas a viejo
me necesites de báculo.
Puede ser que en los inviernos,
cuando haya nieve en el campo,
mis brazos les den calor
a los tuyos y a tus manos.
Y yo he de ser, aunque es triste
el tener que recordarlo,
el último compañero
que te llevará en sus brazos.
Siendo más fuerte que tú
y en completo desamparo
a los fríos del invierno
y a las llamas del verano,
si me ofendes, no te daño,
al contrario; cuántas veces
-y eso que lo diga el sándalo-,
el cuchillo que me hiere
lo devuelvo perfumado.
¿Que te hacen falta mis frutos?
Yo te los doy de buen grado.
¿Que te hacen falta mis ramas?
Corta, por tanto, mis brazos.
¿Que necesitas mi tronco?
No te apene el derribarlo.
Para tu servicio crezco
y para tu bien me abato.
A cambio, sólo te pido:
Por favor, no me hagas daño;
mas si es necesario, sea,
pero sólo el necesario.
¿Que estorbo en mi sitio? Piensa,
antes de darme el hachazo,
hasta qué punto es verdad
que puede estorbar un árbol.
¿Tienes que cortar dos ramas?
Por favor, no cortes cuatro.
Que si el daño que me haces,
cuando es por tu bien, no es daño,
y no sólo en paz lo acepto
sino con placer lo paso,
el que me haces sin causa
ese sí que me hace daño.
Yo soy tu amigo y te digo:
Por favor, no me hagas daño;
mas si es necesario, sea,
pero sólo el necesario.

                          Manuel Benítez Carrasco (España)









Árbol de Fuego

Son tan vivos los rubores
de tus flores, raro amigo,
que yo a tus flores les digo:
"Corazones hechos flores".


Y a pensar a veces llego:

Si este árbol labios se hiciera...

¡ah, cuánto beso naciera

de tantos labios de fuego...!



Amigo: qué lindos trajes

te ha regalado el Señor;

te prefirió con su amor

vistiendo de celajes...



Qué bueno el cielo contigo,

árbol de la tierra mía...

Con el alma te bendigo,

porque me das tu poesía...



Bajo un jardín de celajes,

al verte estuve creyendo

que ya el sol se estaba hundiendo

adentro de tus ramajes.

                                       Alfredo Espino  (El Salvador)











Poema del árbol

árbol, buen árbol, que tras la borrasca

te erguiste en desnudez y desaliento,

sobre una gran alfombra de hojarasca

que removía indiferente el viento…

hoy he visto en tus ramas la primera

hoja verde, mojada de rocío,

como un regalo de la primavera,

buen árbol del estío.

y en esa verde punta

que está brotando en ti de no sé dónde,

hay algo que en silencio me pregunta

o silenciosamente me responde.

sí, buen árbol; ya he visto como truecas

el fango en flor, y sé lo que me dices;

ya sé que con tus propias hojas secas

se han nutrido de nuevo tus raíces.

y así también un día,

este amor que murió calladamente,

renacerá de mi melancolía

en otro amor, igual y diferente.

no; tu augurio risueño,

tu instinto vegetal no se equivoca:

soñaré en otra almohada el mismo sueño,

y daré el mismo beso en otra boca.

y, en cordial semejanza,

buen árbol, quizá pronto te recuerde,

cuando brote en mi vida una esperanza

que se parezca un poco a tu hoja verde…


                                       Antonio Machado (España)




Pluma abierta




Viene el fuego
a consumir este árbol 
que crece seco entre nosotros 


cierro los ojos

porque también viene el aire

a llevarse su ceniza.



Qué en la próxima estación

de luz sea el polen

                               de nuevas flores.   



                                     Jonathan Berumen (México)

















21


No se entra impunemente
en la clausura del bosque.
Algún precio hay que pagar,
un peaje tal vez:
unas cuantas monedas, un jirón de sandalia,
hasta un resto de piel
servirá como pago.
En su interior,
es un manto de nieve la penumbra
y no hay puertas que se abran
ni estrellas que nos guíen.
Podemos trajinar en lo profundo
hasta reconocer
que nos hemos perdido.
No se entra impunemente
en la clausura del bosque.
Hace falta dejar un sendero de piedras,
algún hilo de Ariadna,
un conjunto de señas en los troncos de pino.
Y aún corremos el riesgo de no hallar la salida.

                                                 Osvaldo Rossi (Argentina)













Los árboles

Allí están 

fijos a la tierra y con los lamentos de la brisa

donde mis ojos se regocijaban con las sombras

Allí están

con la lozanía de los veranos inolvidables

la tristeza de los otoños con ausencias

y nuestras incasables risas siempre vívidas

Mi viejo bajo sus sombras

siempre una distinta 

mate en mano 

y el cigarro negro que envolvía todo como un manto

Mi madre tendiendo sogas

las sábanas como banderas blancas al aire matutino

su voz suave y afable cantando morriñas

y el pañuelo de lunares rojos en su cabeza blanca

Allí están

plenos

como si los años se hubieran detenido en sus ramas

grandes y fuertes como brazos de marineros en el mástil

y los ojos descubriendo puertos lejanos
Allí están

los árboles de la vieja casa que ya no existe

como guardianes gigantes bajo un cielo que les rinde culto


                              Oscar Vicente Conde (Argentina)







Cayó la hoja


Cayó la hoja.



¿Cómo encontrar su angustia,

ahora que los vientos desnudaron

el corazón del árbol?


                                                 Juan Ruiz De Torres (España)






Tala


Hay un árbol tendido en plena calle
mostrando el secreto de sus raíces vencidas.
Corazón que agoniza sin esperanza
Una masacre de viento en su boca.
Las manos desmayadas.
Se escucha el último susurro de sus hojas.
Ha sido una noche de tala,
de furia que mutila.
Amanece en escombros

Hay un hombre tendido en plena calle,
ya no tiene raíces.
Un martirio de silencio en la boca.
Sus manos, sucias.
El pecho fragmentado en recuerdos.
No hay llanto alguno en su hambre.
Ha sido una noche de tala,
de furia que mutila.
Amanece en escombros

El hombre se levanta.
El árbol no.

                                        Gabriela Delgado (Argentina)





















Para cada uno de ustedes va mi semilla y mi deseo de una muy feliz Navidad y un 2013 lleno de Vida.

                                        Gabriela